5º de Bachillerato
(Manuel Spinola)
Cuando me dieron a elegir entre Ciencias y Letras para hacer el Bachillerato, elegí Ciencias. Nunca una decisión como ésta pudo tener tan funestas consecuencias para mi vida. En 4º la asignatura que más me gustó fue la Literatura, en especial el primer contacto mío con la Poesía. La que menos la Física, que nos la dio el P. Roldán. ¿Por qué, me preguntaréis, hice esta elección? En mi casa las Letras y la Literatura eran entretiempos no serios y poco remunerativos. Mi madre, mujer ambiciosa, veía en mí un buen estudiante y me quería para ingeniero del I.C.A.I. ¿Qué por qué le hice caso y no seguí mi gusto personal? Sería complejo dilucidarlo pero fundamentalmente se debió a mi inveterada inmadurez y a un complejo de Edipo espectacular con respecto a ella que literalmente me ha destrozado la vida. Adoraba a mi madre y rebelarme contra ella era impensable en aquel momento.
En 5º, estando ya en la sección de Ciencias, la asignatura que más me gustaba era la de Literatura Universal. La daba el P. Maruri. Todavía me acuerdo con qué avidez estudiaba los autores de los diversos países a lo largo de la Historia. Tenía ganas de leerlos a todos. El P. Maruri solía mandarnos hacer unas redacciones semanales que corregía y puntuaba. Eran famosas en el Curso las de Andrés Aberásturi. Yo le tenía una gran envidia pues estaba en Letras y era un buen escritor. Pero a mí Maruri me consideraba también muy bien y me ponía ochos, nueves y dieces en las redacciones. Nos hicimos muy amigos.
Me acuerdo que en aquel entonces pasaba yo por una crisis de adolescencia. Estaba extraño, enfadado con todos y conmigo mismo. Un día siendo yo edil estaba borrando la pizarra después de la clase. Entró, cerró la puerta y me dijo que si me pasaba algo. Yo le dije que sí pero que no se lo quería contar. Y se fue confuso por mi extemporánea respuesta. En realidad ni yo mismo sabía lo que me pasaba. No era consciente de que había elegido un mal camino para mi vida que me hacía sufrir, pues éste era el problema fundamental.
Pero en general nos llevábamos bien. Recuerdo una tarde paseando por los campos de fútbol le dije que el P. Amando era capicúa. Me dijo que por qué. Le contesté que tenía un bulto detrás en el cuello que lo hacía capicúa con el bulto de la nariz. Se rió mucho. Le gustaba reirse del P. Amando. En realidad la ocurrencia no era mía sino de Luis Losa, a quien se la oi. No tuve la entereza moral de decirle de quién era la ocurrencia. Fue el primer y último plagio de mi vida, pues me dejó un mal sabor de boca.
También recuerdo como una pesadilla las clases de religión del P. Amando. Esa casuística retorcida que nos proponía me daba auténtico dolor de cabeza y la considero como lo más anticristisano que he estudiado en mi vida. Soy creyente y sé lo que digo.
Lo que menos me gustaban eran las Matemáticas y la Química. Las primeras las daba el Sr. Luceño y teníamos a su hijo en clase. Él era, como yo, edil y antes de los exámenes de la asignatura estudiaba algo. Yo me fijaba en lo que era y lo estudiaba también. No fallaba: caía en el exámen. Aprobábamos los dos siempre.
Cuando acabó el curso yo fui con mi hermano a aprender francés a Francia. Lo organizaba el P. Amando. Pero ésta es otra historia con la que no quiero aburriros más.
jueves 23 de abril de 2015